jueves, 10 de enero de 2008

predicar en el desierto

Nuestro amigo americano vendrá pronto a sembrar de riquezas los matojos olvidados y las piedras nuestra querida tierra.
Crecerán en medio de la nada mamotretos de cartón piedra salidos de la imaginación de los diseñadores forjadores del imperio. Tal vez a educar en las reglas del juego a los miles de jóvenes que se reunen en la macrodiscoteca "La Florida" a decenas de decibelios en medio del páramo silencioso de Los Monegros.




Tal vez se produzca un refinamiento del disfrute del azar y del ocio hacia la observación pasiva, en fila india, de los iconos. Pero estas cosas, las cosas macro, juegan a los dados como "Dios" y además los tiran donde nadie los puede ver.
Cómo convivirán estas entidades ocio-habitacionales de fin de semana? Se meterán después de haberse metido 10 horas seguidas de fiesta los jóvenes en el tutuki-splash de turno? Cambiarán directamente el atractivo gin -tonic y meneillo por un black jack y un centrifugado de atracción de feria?
Y es que desde que los primeros mitos poblaron nuestros inconscientes la experiencia del desierto es una experiencia extrema. Un ir a ninguna parte para encontrarlo todo.
Donde el iconógráfico de nuestros yoes de cartón piedra devienen en carne después de la meditación ombligobservatoria.



El Mesías cristiano Jesús vio al mismísimo Diablo y fue tentado y no nos dicen nada los evangelios, pero seguro que vio una máquina de Coca-Cola en lo alto de una duna, en pleno estado de deshidratación. Y puede que se juntara con los esenios a contar historias y tuviera encuentros con extraterrestres (los espías del más allá de las creencias del panuniverso desconocido)
Al desierto se va a encontrar el silencio, estado del espíritu q viene a redimir el ruido bakanal del poker cotidiano de nuestra mente.


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